sábado, 24 de abril de 2010

Fenomenología de la experiencia

Una barata explicación fonomenológica de la experiencia

Intento explicar algunos aspectos cotidianos desplegandome de los conocimientos tradicionales para sumarme a un ejercicio de lenguaje simple de algo fonomenológicamente deficil de explicar. Lo tomo como un reto y me atrevo llamarlo fonomenología barata de la experiencia, una forma comprensible de la fenomenología cogiendome de la psicología cognitiva.

Los estímulos que se nos aparecen son atrapados de manera automática por nuestros sentidos. Estos estímulos no se dan de manera pasiva, es decir, no son meros estímulos que se dejan atrapar por el ser conciente, son también estímulos o moléculas cuánticas, átomos que conforman una materia percibible o no, según su composición. Poseen un nivel de vida, por decirlo así muy rudimentaria, por lo tanto tienen la capacidad de ir al encuentro de los sentidos.
En este sentido, la materia constituida y sus agregados, producto de un proceso de transformación, tienen también algo que decirnos, por un lado su materia prima, con sus agregados y por último el concepto final, el todo: forma, color, textura, aroma, sabor, función, etc. Todo esto brinda una experiencia mutua entre objetos -animados e inanimados- de acuerdo a nuestro nivel de percepción.
El paso siguiente es la experiencia que se transforma en un conocimiento automático que puede dar paso a un aprendizaje de tipo pavloviano y seguramente también, un aprendizaje mas sofisticado, cognitivo.
El fenómeno entonces es tan divierso como diversos son sus productos: ideas, opiniones, cultura, religión, ideologías, creaciones diversas domesticas, arte, opiniones, etc. Se podría decir entonces que habría que abrir bien los ojos para saber que es lo que se nos aparece o que es lo que se nos está tratando de decir. La experiencia resulta entonces una subjetividad, puesto que el ser humano interpreta lo que se da en el medio ambiente donde vive y en donde los otros, independientes entre sí y agentes de su propio yo, tienen otras experiencias que resultan verdaderas para su agente perceptor –dueño- pero relativas para su otro existente fuera de él. El ser humano entonces no tiene todavía, la capacidad de poder conocer; aún se encuentra contemplando las sombras de la caverna alegórica de Platón.

Ahora puedo comprender mejor ese hermoso cuento de Antoine de Saint-Exupéry. La verdad se asoma de manera natural, sin engaños y sin disfraces, somos nosotros los que nos engañamos e interpretamos lo que es por lo que nos parece o se nos ajusta mejor.

Jesús Pareja

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